Quienes solíamos ser es una novela multigeneracional, sobre la relación madre-hija. A los diecisiete, Marilyn se enamoró de James, el papá de Angie, quien siempre fue una enigma para la niña. Lo único que Marilyn puede decirle sin ahogarse en llanto es que él falleció antes de que ella naciera.
A los diecisiete, también, Angie encuentra una foto que
le desata la necesidad de saber qué sucedió realmente con su padre, entonces decide seguir la única pista que tiene: el nombre de su tío.
Angie está a punto de comenzar la búsqueda de su vida: la de su identidad. ¿Qué habrá al final del camino?
Eso averígualo tú.
AVA DELLAIRA, LA ACLAMADA AUTORA DE CARTAS DE AMOR A LOS MUERTOS, ESTÁ DE REGRESO CON UNA HISTORIA SOBRE EL AMOR, LA IDENTIDAD Y LA VERDAD.
No les explico las ganas que tenía de leer esta novela. Ya conocía a la autora por su primera novela, Cartas de amor a los muertos —en esa reseña les cuento las anécdotas de cómo la conocí en realidad—, que me había gustado bastante. Tenía la impresión de que esta novela era la que iba a marcar mi postura frente a esta autora, ya que algunas cositas de su novela anterior no me habían convencido del todo. Tenía mucho miedo de que me decepcionara con esta, pero nada que ver. Me enamoró por completo. Muchísimas gracias a Librería América Latina por el ejemplar.
La novela nos cuenta, en paralelo, dos historias que están entrelazadas y que necesitan la una de la otra para existir. Por un lado, la de Angie, que transcurre en la actualidad, y por otro, la de Marilyn, su madre, que tiene lugar a fines de los años noventa. En la primera, Angie se embarca en la búsqueda de su padre y su familia paterna, después de que su madre le mintiera. En la segunda, se nos cuenta cómo se conocieron los padres de Angie y por qué las cosas son así. Les aviso desde ya: es de esas novelas en las que termina una parte, querés seguir y te enoja pila que empiece la parte de la otra narradora, pero después te enganchás y así hasta el final. Terminaba las partes de Marilyn y me sacaba un poco de la inmersión empezar las de Angie, pero al toque me encontraba metida en la historia de nuevo.
En general, es una historia muy dulce, pero inevitablemente triste. Al empezar, sabemos que algo salió mal, así que estamos en tensión hasta llegar al final. Si bien algunas cosas pueden empezar a predecirse en cierto momento, lo que de verdad pasa, no. Es por eso que no es fácil hablar de todo lo que trata la novela, todos los temas que toca en realidad.
El libro abre con la historia de Angie, pero es una sección muy cortita y enseguida terminamos en la de Marilyn. Esta última es una muchacha bastante introvertida, tranquila, que busca trabajo como actriz y modelo porque su madre sueña con ello, pero en realidad le gustaría estudiar fotografía. Vive bajo la pata de su madre, básicamente, y ahora que tienen que mudarse con su tío, alcohólico, todo parece complicarse. Las cosas cambian al conocer a sus vecinos, especialmente a James, con quien siento un flechazo inmediato. Y aunque me hizo refunfuñar un poco esto, que su relación se diera de forma casual, luego compinche y después se volviera más intensa logró convencerme más. Incluso la relación de Marilyn con la familia de este me resultó preciosa, pero me dejó un poco triste todo lo relacionado con su madre. Bueno, con las madres de ambos, pero me habría gustado que la situación con la madre de Marilyn terminara de otra manera. No digo más de esto. Al final, la historia de Marilyn me tuvo totalmente cautivada y me destrozó el corazoncito.
Las partes de Angie me atraían menos, en parte porque las de Marilyn cuentan con el bonus de tener lugar en los años noventa, que resultan más interesantes que la actualidad. Sin embargo, de a poco fui metiéndome más en su relato: lo difícil que es para ella explicarle a su madre cómo es ser birracial en un lugar donde hay poca población afroamericana, añorar una familia paterna que no conoció, etc. Su ex es un personaje clave también, y me alegró que se nos muestre una relación que no funcionó, pero en la que sigue habiendo cariño como para ayudarse. Además, vemos a Marilyn como adulta, como madre, llena de una tristeza que nos hace querer saber qué pasó. Sobre Angie en sí, me pareció que a diferencia de Marilyn no era tímida, sino que su introspección se debía a lo que sucedía a su alrededor y no a su personalidad en sí. Quizás no sentí que la conocía tanto como a su madre, pero sí llegué a empatizar con sus emociones.
Uno de los puntos fuertes es el enfoque en la relación madre-hija, lo difícil que es para una entender a la otra. Los lectores tenemos una posición privilegiada para esto, pero para ellas llegar a superar esta situación es todo un desafío, a pesar de llevarse bien y quererse muchísimo. También me gustó eso, que su relación fuera sana y hubiera tanto amor.
Los personajes secundarios tienen una vida muy... vívida, valga la redundancia. Los familiares tienen un peso muy fuerte, pero también los vecinos, los amigos, amigos de amigos y quienes se suman a ayudar en las vidas de ambas protagonistas. Mencioné que me gustó mucho la relación de Angie con su ex, pero también me encantó conocer al primo de este y a su novia, que son especialmente simpáticos. Justin, el hermano de James (tío de Angie) me pareció especialmente adorable. Los abuelos de estos dos son personajes que adoraría conocer. También hay personajes que caen mal, como el tío de Marilyn, que es todo lo que no. Y la madre de Angie, por la que sentí cosas encontradas. Creo que la autora hizo un trabajo maravilloso con la caracterización y las relaciones entre personajes.
Es importante resaltar que todos estos personajes tienen algo común como trasfondo y es el racismo. Algunos lo sufren, otros lo perpetúan, otros lo presencian, otros hacen algo al respecto. No es un elemento que parezca central al empezar el libro, pero cobra más importancia según avanza. Es un libro que cuenta con varios personajes diversos, en varios sentidos, cosa que me hizo muy feliz.
La narración es una de las cosas que más me amé de este libro. Ava Dellaira tiene una forma de narrar que parece un sueño, o una pintura. Hay algo extremadamente sensorial en su prosa, casi poético diría. Leía y no solo me gustaba lo que pasaba, sino cómo se decía. Me encontraba releyendo para poder centrarme en la narración también, al punto de tener ganas de leerlo en inglés también.
Aunque parte del libro se ambienta en Nuevo México, el resto está ambientado en California, tanto en los años noventa como en la actualidad. Me encantó cómo la autora se las arregló para dar la sensación de estar en la California que conocemos por todo lo que hemos visto, pero a la vez evitar todos los clichés y mostrarnos otras caras, otras realidades. Es de esos libros que dan la sensación de estar ahí, algo íntimamente relacionado con la sensorialidad de la prosa que mencionaba anteriormente. Creo que esta ambientación está muy unida con la atmósfera que la autora busca transmitir, así que no puedo sacarme la idea de que la historia no podría haber ocurrido en otro lugar. Si lo pienso, es obvio que sí, pero no habría sido lo mismo, por lo que la elección y lo que consiguió con ella me parecen muy bien logrados. Las partes en Nuevo México son, quizás, más cotidianas y por ello no resaltan tanto como las de California.
Así que, para resumir y evitar que la reseña sea eterna, voy a decirles que es una novela preciosa, que confirma que Ava Dellaira podía mejorar y de hecho lo hizo, y que voy a estar leyéndola por mucho tiempo más, espero. Es un libro bello, emotivo y con una narración hermosa. Hasta la edición está trabajadísima y da gusto verlo. Si tienen la posibilidad de leerlo, no lo dejen pasar. Súper recomendado.