miércoles, 27 de mayo de 2020

¿Cómo planifico una novela?




Como siempre que escribo una de estas entradas en las que les cuento cómo me organizo, quiero hacer énfasis en algo muy importante: este es el método que me funciona a mí. No es el correcto ni el único ni nada, solo el que me funciona. Lo comparto con la esperanza de que pueda servirle a alguien más o que, al menos, le ayude a encontrar su propio camino. Hecho este disclaimer, pasemos a hablar de lo que nos interesa: cómo planificar una novela.

Hay tantas escuelas como maestros respecto a la planificación. Basta con leer el artículo que escribimos para la #MMEUY del año pasado, en el que entrevistamos a distintos autores uruguayos, para darse cuenta de esto. También hay un montón de escritores que dan consejos a través de las redes, así como en sus canales de YouTube. Antes de contarles mi experiencia, les dejo a mis favoritos, los que más me han ayudado: Abbie Emmons, Alexa Donne y Reedsy.




Los principios

Cuando empecé a escribir era muy, pero muy brújula. Esto quiere decir que escribía instintivamente, como si fuera descubriendo la novela al escribirla. Tengan en cuenta también que empecé a escribir de muy niña y no tenía ni idea —ni recursos— de qué métodos podía utilizar para escribir de forma más eficiente. Además, lo hacía por diversión —aunque siempre tuve claro que quería ser escritora, así que me lo tomaba muy en serio— y no buscaba información, tampoco.

Entre el último año de escuela y el primero de liceo, escribí una novela muy corta —y muy mala, por supuesto—, la primera de todas. Hasta el momento, nunca había pasado de unos pocos capítulos. ¿Cuál fue la diferencia? Fui bastante brújula, pero me anotaba algunos puntos clave. Sobre todo, cuando llegaba al final, que fue cuando me di cuenta de todos esos puntos clave y tuve una guía más clara. Con la segunda novela, que terminé un año después, me pasó algo similar. Brújula en su mayoría, anotaciones de los eventos más importantes, más claridad al llegar al final. Incluso tenía algunas escenas ya escritas, que pegaba cuando llegaba el momento y editaba si era necesario.

De ahí en más, con menor o mayor éxito, seguí el mismo sistema. Brújula, puntos clave, planificación más clara de los finales. Nada podía salir mal, ¿verdad? 

Error


Perderse en mapas

Después de un año en el que había logrado escribir dos novelas y terminar una más vieja, decidí empezar dos de mis proyectos más importantes, que además son las dos novelas que tengo publicadas: Las lunas de marzo y Proyecto Pandora. Si bien con esta última logré aplicar el sistema de siempre y salió bastante bien, dentro de todo —aunque en el futuro tuve que hacer diez mil correcciones y reescribir bastante—, con la primera la historia fue distinta. Empecé Lunas con la intención de que fuera 100 % brújula, por diversión, y así fue como la abandoné y retomé un millón de veces entre 2009 y 2014.

Lunas fue tan difícil de escribir que, cuando se publicó, yo todavía no había logrado superar la angustia que me producía. En varios de esos años, tuve la intención de escribirla en modo mapa, es decir, con una planificación más detallada. Fue peor. Nada me convencía, todo me parecía aburrido. No me pasó solo con esta novela: todos los (muchos) proyectos que intenté arrancar esos años y que planifiqué capítulo a capítulo fracasaron. Todos. 

Esto no quiere decir que los mapas no fueran para mí, sino que me faltaba algo más. Lo que pasa es que todavía no había aprendido algunas otras cosas. Basta un ejemplo para darse cuenta: cuando retomé la secuela de Proyecto Pandora, que había abandonado en 2011 porque me quedaba grande, la escribí como mapa. Es una historia muy larga, con muchos personajes y muchas tramas, así que no tenía opción. De hecho, en un momento tuve que hacer una pausa muy larga, pero al retomar fue fácil seguir porque me había dejado una escaleta exhaustiva ya preparada. Y la escritura fluyó lo más bien. ¿Qué cambió? Conocía muy bien a mis personajes, sus motivaciones y sus miedos. Sus conflictos.




El punto de partida

Entendí bien esto gracias a los videos de Abbie Emmons (y al leer Story Genius, de Lisa Cron). Ese algo que iba descubriendo al escribir —lo que me permitía planificar hacia el final— era el conflicto de mis personajes. Era mi norte, lo que me ayudaba a distinguir el camino que debían seguir para resolver sus problemas. El conflicto interno es la piedra fundamental a la hora de construir una historia, ya sea como brújula o como mapa. Basta con tenerlo claro para que el camino a seguir se ilumine, en vez de volverse una pared que nos bloquea el paso.

El año pasado no solo terminé la secuela de Proyecto Pandora, sino que terminé Adagio, una nouvelle que ya tenía empezada y que había abandonado porque no sabía cómo seguir, y escribí una novela entera para la #MMEUY. Ya les conté cuál fue el caso de la primera, pero con las otras dos pasaron cosas más bien peculiares, que me resultan más fáciles de entender ahora, con el diario del lunes.

Adagio fue una tortura. Me arrastré para terminarla, y eso que no llega ni a 30k. Toda la primera mitad, lo que ya tenía, fue muy amena, pero cuando tuve que empezar a pasar de la intriga a la acción, me bloqueaba muchísimo. Me costaba visualizar las escenas, que es mi herramienta más importante a la hora de escribir. Si no visualizo las cosas en mi cabeza, no me sale. Tras la lectura de los betas, pude resolver la mayor parte de los problemas, pero ahora estoy convencida de qué es lo que no funcionaba del todo: había perdido el contacto con el conflicto interno de mi protagonista

En LNP, mi otra novela de ese año, pasó algo totalmente opuesto. Nunca dejé de estar en contacto con el conflicto interno de mi protagonista, que estaba bastante claro y era el eje de toda la novela. Para que vean el impacto que tuvo esto en el proceso de escritura: escribí todos los días y la terminé en dos meses. Estaba bastante obsesionada con la historia, es verdad, pero la facilidad con la que me salían las cosas fue alucinante, lejos de mis experiencias anteriores. ¿Cómo la planifiqué? Usé una escaleta, por capítulos, pero muy vaga. Tenía claras algunas cosas, momentos clave, pero iba rellenando o cambiando mientras escribía y descubría algunas cosas


El método actual

¿Se acuerdan de mi entrada sobre cómo me organizo en la vida diaria? Allí, les hablaba de una estructura flexible que permita mantener el orden sin limitarnos. Lo mismo me pasa ahora cuando planifico una historia. A veces digo que soy brujumapa por esto mismo: necesito una estructura para ordenar mis ideas y pensamientos, para saber cómo seguir, pero nada detallado que me aburra o me haga dudar de lo interesante que puede ser o no mi proyecto

Desarrollo a mis personajes, sus conflictos y todo lo que tiene que ver con ellos, hago fichas. Más adelante voy a contarles en profundidad cómo hago esto, así que no voy a extenderme al respecto. Lo importante es que, cuando voy a escribir, tengo claro de qué manera quiero que evolucionen y resuelvan sus conflictos. Establezco los momentos clave de la historia y, después, me dejo llevar. A veces, planifico los primeros capítulos, el primer acto, y solo voy al segundo cuando estoy por terminarlo. Otras veces, hago anotaciones del final que, cuando llego, termino por cambiar. Eso me pasó con #Girasoles, la novela que terminé hace poquito. 

Lo importante es esto: mi estructura no es una cárcel. Siempre puedo cambiar lo que tenía planeado si, al llegar, decido que tengo una idea mejor y más acorde con el desarrollo de la historia. Sé que todo lo que escribo tiene, en principio, relación con el conflicto interno y que, por lo tanto, es importante. Entonces, no suelo bloquearme: sé por qué escribo lo que estoy escribiendo. El cambio que hubo en mi forma de escribir de un año a otro es brutal. También se debe a que tomé hábitos mejores, pero de eso voy a hablarles más adelante también.

Mi método es ese, pues. Una estructura flexible, muy similar a la que hacía cuando era más chica, pero con bases más fuertes y razón de ser. Puedo disfrutar de la escritura sin perder el norte, como si completara el mapa al recorrer esas tierras con la brújula en la mano.


Bonustrack

Hace un tiempo, la autora Victoria Álvarez compartió una de sus técnicas de escritura, el tensiómetro. Es un método muy interesante y útil para controlar las tensiones de una novela, pero que funciona mejor para los escritores mapa. Me puse a pensar y me di cuenta de que, en mis épocas de brújula salvaje (?), ya hacía por instinto algo similar, que después fui logrando poner en palabras, así que les voy a contar cómo adaptar el tensiómetro a la brújula.

Es muy simple e intuitivo, en verdad. Lo que hacía —y todavía hago, aunque cuento con otras herramientas— era pensar en las escenas como picos y valles en una gráfica. Antes de un evento «pico», tiene que haber una subida en la tensión que nos prepare para que la acción nos importe. Después, un momento de reflexión, la consecuencia de este evento sobre los personajes. De esta manera, los momentos de acción no resultan superficiales ni tenemos páginas y páginas de reflexión sin acción. Puede haber distintas tensiones para la trama y las subtramas, por supuesto. No tiene el nivel de sofisticación del tensiómetro, pero es una manera sencilla de asegurarnos de que las cosas fluyen bien.




Espero que algo de todo esto les haya sido útil. Como verán, me llevó casi toda una vida llegar al método que me funciona y entender por qué funciona. No siempre es fácil y muchas veces nos frustramos en el camino, pero de alguna manera se llega. Si se quedaron con ganas de saber más sobre las distintas formas de planificar, les cuento que de los canales que recomendé, Abbie Emmons es súper mapa, Alexa Donne es brújula y en Reedsy se analizan ambas posturas. Además, también comparten fichas y planillas para planificar historias o personajes. No se olviden de que nosotros tenemos las de la #MMEUY, aunque estamos trabajando en las de este año ahora mismo ♥.

Muchas gracias por leer esta entrada tan larga, ¡nos leemos en la próxima!

miércoles, 20 de mayo de 2020

Cuadernos de ficción: Des/amor y Aventurero - Reseña

Octava entrega de la serie “Cuadernos de Ficción”, literatura contemporánea temática. 11 escritores y 11 ilustradores combinan sus artes alrededor de un tema en común: en este caso “desamor”.

Escriben en este número: Eduardo Aguirre, Miguel Avero, Camilo Baráibar, Gonzalo Baz, Leonor Couroisie, Carolina Cynovich, Diego de Ávila, Carol Milkewitz, Miguel Ángel Molfino, Diego Recoba, Valentina Viettro.

Ilustran: Marcos Vergara, Max Aguirre, Joel Correa, Ángel Mosquito, Laura Carrasco, Leonardo Sandler, Bruno Chiroleu, Guillermo Hanzs, Pablo Fernández, Andrés Alberto, Nicolás Peruzzo.






[Hola, estimados. Este pequeño paréntesis es para contarles que esta reseña se las traemos en conjunto con Juan, que va a estar reseñando cositas cada dos meses ♥. Esta primera parte es suya, mientras que el segundo libro lo voy a estar reseñando yo.]


Debo admitir que no soy un gran fanático de las novelas románticas. Aquellas que han pasado por mis manos me dejaron con la sensación de estar despegadas de la realidad, ser convenientes o forzadas o slow burns que eternamente dan vueltas y nunca llegan al punto. Des/amor no es nada de eso.

Lo primero que inspira el título es la idea de las relaciones de amor de pareja, que existen en algunos cuentos de esta antología, pero no se queda atrapada en el concepto: des/amor por la familia, des/amor a la distancia, des/amor a través de la historia, des/amor por una pérdida de algo que nunca llegó, des/amor por uno mismo.

Las once historias contenidas son tan variadas como su temática; con más o menos acierto, todas tienen una impronta clara y no se las puede identificar como «parecido a». Algunas son cortas e impactantes, como «Lóbulo», de Eduardo Aguirre. Otras son pausadas y reflexivas, como «Ismael» de Diego de Ávila.

Hay dos relatos que quiero destacar: «Caracoles»de Diego Recoba, la historia de como un hombre al borde de la muerte recuerda sus amores logra fusionar la tensión con la nostalgia y con el absurdo, y «Geografía de las almas», de Carolina Cynovich, que además de ser escritora amiga del blog, escribió una historia de hermandad y cómo, a través de la historia y de la conveniencia del intérprete, se diluyen los relatos y pueden terminar significando cualquier cosa.

Uno de los relatos que se sintió más actual fue «La puntada del corredor», de Miguel Avero. Narra las desventuras del protagonista venezolano que viene a Uruguay a tratar de buscar una vida mejor, pero ve cómo lentamente la distancia va disolviendo sus vínculos. Tampoco puedo dejar de mencionar la incomodidad y la crudeza de «No hay latidos», de Leonor Courtoisie, que habla sobre el impacto emocional de una mujer que sufre un aborto espontáneo. No puedo olvidarme de mencionar las ilustraciones que acompañan a cada cuento, especialmente las de Bruno Chiroleu y Pablo Fernández.

En conclusión, el hilo que une a los cuentos es muy amplio y se presta para los escritos de todo tipo. Me encantó y capaz, capaz, me convenció de que abra alguna novela romántica en unos meses.




Tercera entrega de un trabajo editorial que pretende ofrecer, disfrazado de libro, una clase de revista literaria inexistente en la actualidad. En ella se brinda espacio a numerosos escritores e ilustradores, mayormente jóvenes, para exponer trabajos inéditos de calidad, generando antecedentes para futuras obras, colaborando con una consigna común, literatura de género, relatos breves, apuestas emergentes: temáticas abandonadas por el mercado.

Participan en este volumen los ilustradores y escritores: Guillermo Hansz- Max Aguirre, Fernando Souzamotta- Martín Bentancor, Jorge Vildoza- Alejandro Farias, Lara Lee- Pablo Leguísamo, McNolo Moreno- Carmen Moreno, Matías Soto López- Leonardo Oyola, Sebastían Santana- Sebastián Pedrozo, Maco- Mercedes Rosende, Richard Ortiz- Ramiro Sanchiz, Marcos Vergara- Rodolfo Santullo, Daniel Puch- Ana Solari.



Cuando Estuario nos propuso esta colaboración para hablar un poquito más de sus Cuadernos de ficción —pueden encontrar las opiniones de otros miembros del club con el hashtag #ElClubTeRecomienda—, me alegré mucho. Ya había leído Balnearios y tenía bastantes ganas de probar con uno distinto. Si bien compré Des/amor porque en él hay un relato de varias personas a las que les tengo mucho cariño, no llegué a leerlo —y no creo que lo reseñe en el blog, dado que es el que eligió Juan, pero me pueden preguntar qué me pareció si les da curiosidad—, pero decidí que era una gran oportunidad para elegir algo distinto, algo que normalmente no tenemos en el panorama nacional: las historias de aventuras.

Creo que no fue lo más acertado. Tal vez sea porque no compartimos el mismo concepto de lo que implica una aventura, pero me da la sensación de que no soy el público objetivo de este libro y que por eso no logré conectar con casi ningún relato, algo que no me sucedió en Balnearios y que espero que no suceda en Des/amor. Por lo tanto, quiero que tomen esta reseña desde ese punto de vista: no quiero decir bajo ningún concepto que sea un mal libro, sino que no era para mí.

Ocurrieron varias cosas con este libro. La primera fue que hubo algunos relatos en los que no logré comprender dónde se hallaba la aventura en cuestión. Para mí, una aventura tiene que resultar por lo menos emocionante, tener cierta dinámica y acción. En algunos de estos relatos, como «La muerte de Solís» o «Iluminaciones», pero sobre todo en el primero, hay algo muy estático que me enlenteció la lectura y que no logró engancharme.

Otro problema que tuve fue con los cuentos-homenaje. Me refiero a los que explícitamente quieren homenajear al género de aventuras más clásico, como el de Salgari, que serían «La verdadera historia del capitán Joseph Flint» y «Leones y diamantes». Si bien estaban narrados de forma correcta, contaban una aventura y tenían acción, el uso de un estilo ajeno al propio y bastante florido le quitó cierta fluidez al texto. A lo mejor, a quienes leyeron esta literatura de más jóvenes les resulta nostálgico y les produce otro efecto. No es mi caso, pero no voy a quitarles mérito por eso.

La tercera situación que quiero mencionar es que algunos relatos tenían ideas muy interesantes, pero la ejecución me resultó confusa o caótica. Creo que tanto «Uno de aventura» como «Asalto al vagón del oro» o «Nomenclator» plantean conceptos que habría estado bueno explorar, pero la brevedad de los textos los volvió más bien abrumadores. Esto me parece un poco inevitable, dadas las circunstancias.

Mi favorito absoluto fue «Samarcanda blues», de Mercedes Rosende. Me encantan las historias contadas en dos tiempos y la forma en que ambas tramas se entrelazan es perfecta. Lo disfruté muchísimo y me recordó lo mucho que tengo pendiente leer a esta autora. Además, la ilustración que lo acompaña es de Maco, a quien admiro montones. «1138» también me pareció muy entretenido. «Casi sábado a la noche» y «Pinar Town!» tuvieron momentos copados, a pesar de no ser lo que suele gustarme.

El mayor problema, en general, fue que en la gran mayoría encontré bastante misoginia. A veces, micromachismos; a veces, cosas más explícitas. Yo sé que las opiniones de los personajes no tienen por qué representar las de los autores ni mucho menos las de los editores, pero en casi todos los casos me pareció innecesario y hasta en detrimento de los textos. Tengo en cuenta que el libro es de 2014, de todas maneras, que fue hace más tiempo del que parece.

En definitiva, creo que no le acerté a la hora de elegir el género. Esto no quiere decir que ustedes no vayan a encontrar acá un libro que los termine maravillando, así que tomen todas mis palabras con pinzas. Hay más de un autor de acá —como Sebastián Pedrozo o Rodolfo Santullo— del que he leído otras obras que me gustaron muchísimo, así que tampoco dejen de leerlos a ellos. Ya me contarán qué les pareció a ustedes ♥.




Así que nada, tienen dos reseñas con bastantes contrastes, de dos libros distintos. Esperamos que en ambos o en alguno de ellos encuentren historias que los tengan en vilo y con ganas de más. Ya sea lo que suelen leer o quieran salir de su zona de confort, nos haría muy felices que le dieran una oportunidad a todos estos escritores uruguayos. Muchísimas gracias a la editorial por los ejemplares ♥.

miércoles, 13 de mayo de 2020

Relatos varios - Mini reseñas

«Mi vida tiene un tiempo límite. Bueno, todas lo tienen, pero rara vez nos damos cuenta.»

Sendai, 11 de marzo de 2011. Etsuko Hime tiene dieciocho años y está a punto de tener su primera entrevista de trabajo. Al salir del tren para recuperar el portafolio que se le quedó olvidado en un Starbucks, la tierra bajo sus pies empieza a temblar. Gritos. Miedo. Destrucción. En lo que duran un par de parpadeos, la vida de Etsuko ha cambiado irreparablemente.
Pero, entonces, entre los escombros, una voz de chica que la llama por su nombre. ¿Es posible que alguien más haya sobrevivido?

Una historia sobre la pérdida y la esperanza ganador del Concurso de Relatos Cortos del Ayuntamiento de Camargo.




¡Hola! Como verán, hoy no traigo la reseña de un libro, sino de cinco relatos de autoras españolas que pueden leer a través de pago social en Lektu. El primero es Haiku para un hijo muerto, de Andrea Tomé, una autora frecuente en este blog. No sé cómo hace siempre Andrea para relatar con tanta delicadeza escenas tan crudas, para resaltar siempre la esperanza sobre lo trágico, pero me parece fascinante. Tal y como dice la sinopsis, nos cuenta un evento verídico: el terremoto del 11 de marzo de 2011. Sin embargo, no nos narra semejante horror de forma impersonal, sino que lo hace a través de los ojos de Etsuko, una joven japonesa. Me pareció excelente la manera en que Etsuko rememora su casa desde la pérdida y la incertidumbre, le da otra profundidad al relato. Excelente, como siempre.



Seiji y Toya aspiran a ser samuráis, sabiendo que sus aptitudes son sobresalientes y confiando en la buena fortuna.
Cuando el deber se impone, como el filo de una katana, corta cualquier oportunidad de libertad. Un amor camuflado, una profecía y una traición que ha de ser castigada.














Nos mantenemos en Japón en Una flor de sangre, relato de Sonia Lerones, a quien quiero leer desde hace mucho tiempo. A diferencia del primer relato, nos vamos mucho más atrás en el tiempo, a la época de los samuráis. Eso sí, no nos alejamos del aire trágico, ya que desde el inicio se adivina algo ominoso entre estos dos amantes —dos guerreros, por lo que también estamos ante un amor secreto. Me gustó la tensión del final, así como también disfruté especialente de los tres haikus que dividen el relato, de autoría de Sonia también. Creo que está muy bien logrado y agradezco mucho que la autora haya decidido compartirlo para amenizar la cuarentena ♥.



De todos los tipos de tangibles existentes, su madre siempre la había advertido más sobre los midas.

«Nunca dejes que un hombre, de quien no has visto su pulgar izquierdo, intente darte un beso en la mejilla», le había dicho, «ni apartarte con un roce casual en el brazo, cerca del codo, pidiéndote disculpas con una voz suave y grave como las llamas de un horno de leña, pero solo en otoño, quizás también invierno, jamás en verano. Desconfía también si no eres capaz de verle las pupilas de noche, o si te habla de un huevo de oro que está escondido en una gallina de plata, que está escondida en un arcón de bronce, que está escondido en una cueva al norte».

Desde entonces, Alisa siempre había evitado a los hombres que llevasen guantes, aunque no mitones.



Todo lo que toques, de Verónica Pazos, se ambienta en Rusia, a fines del siglo XIX. También le debía una leída a esta autora, así que aproveché con ganas esta oportunidad. Además, ¿esa preciosidad de portada? ¿La ven? Yo no porque estoy muerta, fallecida. Qué belleza. Y una belleza también es la prosa de Verónica, que juega tan lindo y tan bien con el lenguaje, con las repeticiones y la sonoridad de las palabras, que es imposible dejar de leer el relato. No solo porque la ambientación es preciosa y porque hay una cierta picardía en los personajes que anima a seguir leyendo, sino porque dan ganas de ver cómo va a contarnos la historia. Me dan ganas de seguir perdiéndome en este mundo que creó la autora, así que ahora cruzaré los dedos para que escriba alguna historia más larga con la misma ambientación. Muy interesante toda la cuestión de los tangibles, que no está explicada en detalle, pero se entiende y da mucha intriga. También están muy bien llevados los ritmos del relato. Me encantó, la verdad.




«No fue la curiosidad lo que abrió la caja».

Pandora es un regalo, pero los dioses no premian a sus enemigos. La moldearon con arcilla y deseos de venganza para hacerla encantadora, dócil e irresistible. Para que entrase en el corazón de los hombres y se convirtiera en su castigo. Pero la primera mujer no es solo una figura de arcilla. Respira, siente, vive.

Su cuento, su historia, narrada por ella misma.









Otra autora que me genera mucha curiosidad desde hace tiempo es Marina Tena Tena, así que me alegré montones al saber que había compartido su relato De piel y arcilla, que ganó una mención de honor en la antología mitológica de la editorial Hela. El mito de Pandora siempre me fascinó especialmente, pero me encantó sorprenderme con esta versión de Marina. Consigue volver a Pandora un personaje muy complejo, más que un simple instrumento un catalizador de la desgracia. Es muy fácil empatizar con ella o con los demás personajes, como Prometeo, a pesar de conocerlos por un tiempo tan breve. Al igual que Verónica, juega muy bien con las palabras y con el uso de las metáforas, aunque su voz y su estilo es distinta. Se aleja de las repeticiones que tan bien le funcionaban a la primera para volverse algo más primitivo e íntimo. Una gran decisión para este relato.


“Fear and guilt are sisters, Theodora. But when you wake up, they’ll leave you be.”
― Shirley Jackson, The Haunting of Hill House

Un relato inspirado por las obras de Shirley Jackson. Narra la vida de dos hermanas y su misteriosa y horrenda madre. Reunidas ahora para el funeral, Marta e Irene se proponen llevar a cabo su viejo plan de supervivencia: destruir la casa y huir.











Si hablamos de deber lecturas, a Paula Peralta Pozanco le debo años ya. Por suerte, decidió compartir este relato, Como encender una cerilla, y yo pude saldar un poquito esa deuda. No suelo leer cosas que den miedo, mucho menos de noche, así que imaginen el cariño que le tengo a Paula. La sensación que te deja en el cuerpo este relato es brutal. La narración te atrapa, te envuelve en una prosa cruda y llena de imágenes muy vívidas, y luego de mantenerte en tensión, te escupe la verdad a la cara. Toda la atmósfera está muy bien lograda, así como la intriga y la sensación de que está pasando algo más que no vemos. Lo no dicho tiene un papel central en este relato. Creo que incluso es mejor que algunas cosas no se expliquen, que solo las podamos intuir o, como mucho, podamos sacar nuestras propias conclusiones. Eso es lo que hace que la historia se nos quede en la mente al terminar. Es el más largo de todos los relatos de esta entrada, pero no se hace pesado, ni mucho menos. Muy, muy recomendado. Y qué ganas de seguir leyendo a Paula.


Y estos son los cinco relatos que, como pueden ver, disfruté un montón. Muchísimas gracias a las autoras por la generosidad de compartirlos. Si quieren leerlos, pueden descargarlos en Lektu a través del pago social. Les dejé los links en los títulos de cada uno. Después me cuentan qué tal ♥

miércoles, 6 de mayo de 2020

Chicas de papel y de fuego - Reseña

En mi tierra, nos conocen como Chicas de Papel. Nos rompemos con facilidad y existimos solo para que otros nos usen y descarten.
Pero hay algo que todos olvidan sobre el papel. Es capaz de prender fuego al mundo y hacerlo arder.

Cada año, eligen a ocho chicas hermosas que servirán al rey como Chicas de Papel. Es el más alto honor al que pueden aspirar… y a la vez, el más degradante. Este año hay una novena chica. Y en lugar de papel, está hecha de fuego.
Lei pertenece a la casta de papel, la clase más baja de Ikhara. A pesar de eso, un rumor sobre sus ojos dorados ha despertado la curiosidad del rey; por eso, la apartan de su hogar y la llevan al opulento palacio, una prisión dorada, y su vida queda sometida a los caprichos del Rey Demonio.
Mientras sueña con escapar, Lei comete lo impensable: se enamora.
Su romance prohibido, entretejido con una trama explosiva que amenaza al mismísimo rey, va a obligar a Lei a decidir hasta dónde está dispuesta a llegar en su lucha por la libertad.

Exótica, poética y absolutamente inolvidable, Chicas de papel y de fuego es una historia extraordinaria que nos recuerda que el amor puro y la pasión pueden trascender incluso el destino más desalentador.


No estoy muy segura de qué esperaba de esta novela. Tal vez, algo similar a otras historias de fantasía, romance incluido. Tenía ganas de algo así, entonces la expectativa no me molestaba. Qué sorpresa, la verdad. Me encontré con una novela mucho más compleja e interesante de lo que imaginaba y estoy muy satisfecha al respecto.

Es importante, antes de seguir hablando del libro, dejar el trigger warning: la historia toca el tema del abuso sexual y hay escenas muy violentas. Este aviso aparece en una de las primeras páginas, pero quiero evitarle leer la reseña a quien sienta que es mejor no hacerlo.

Creo que el argumento de la novela está muy bien explicado en la sinopsis, pero quiero añadir algunas cosas más. Estas chicas de papel que se mencionan son concubinas, es decir, el rey decide cuándo y cómo quiere disponer sexualmente de ellas. Al año siguiente, pueden permanecer en el palacio y servir de la manera que prefieran, por lo que son educadas para trabajar en la corte. Y para otras cosas, también. Esta premisa ya nos indica que no se trata de una historia fácil ni feliz. Por suerte, creo que la autora trató el tema de una forma responsable y sensible, sin recrearse en el abuso ni romantizarlo. Hace énfasis en la resistencia, en la rebelión y en la fuerza que reside en ambas cosas. La novela se lee rapidísimo, engancha incluso cuando a veces es dura de leer. Si bien el final se siente un poco precipitado, el epílogo de ganas de gritar y agarrar el segundo de inmediato, lo que es muy bueno.

La historia se nos presenta a través de los ojos de Lei, nuestra protagonista. Es una chica que, a diferencia de varias de las otras chicas de papel, tiene un origen humilde. También, un pasado triste, ya que perdió a su madre en un ataque a su pueblo cuando era niña y su paradero es desconocido. Por supuesto, a pesar de que muchos consideran que ser una chica de papel es un gran honor y una gran oportunidad para mejorar su nivel de vida, ella no quiere serlo. Me pareció un personaje bien construido que, si bien no es ruidoso ni frontal todo el tiempo, es muy fuerte y tiene claros sus objetivos, sin por eso perder la sensibilidad. Es fácil empatizar con ella.

Hay bastantes personajes secundarios, desde la familia que Lei deja atrás hasta las demás chicas de papel y los habitantes del palacio. Estos últimos son los que van a jugar un papel más importante en la historia, aunque Lei no se olvida de los primeros, nunca, por más que a veces sea tentador dejarse llevar por la vida lujosa del palacio. Las demás chicas de papel son tal vez el punto más interesante por el vínculo que se genera entre ellas y por las distintas perspectivas de su nuevo rol. Están las que lo hacen por deber, las que se sienten honradas, las que tampoco querrían estar allí. Lei se lleva mejor o peor con algunas de ellas, pero aprende de todas y, lo más importante, logra sentir empatía incluso por aquellas que le caen mal.

Quiero resaltar especialmente a tres: Aoki, Blue y Wren. Aoki es la primera amiga que hace Lei, una chica dulce y tímida. A lo largo de la historia, su relación con el rey se va volviendo bastante incómoda. Es decir, termina por tomarle cariño y querer estar con él, a pesar del daño que sabe que hace a las demás, lo que es muy complicado para Lei y realmente difícil de leer. Una especie de síndrome de Estocolmo, podríamos decir, que Lei no sabe cómo manejar. Blue, por otro lado, pertenece a una familia acomodada —todo lo que puede serlo la casta de papel— y desprecia a Lei por sus orígenes. La destrata cada vez que puede y tardamos en lograr entenderla, pero creo que no es el simple personaje antagónico que genera competencia entre mujeres, sino un producto de su sociedad por el que, como les decía antes, Lei logra sentir empatía, aunque no siempre es recompensada por ello. Ya me van a entender cuando lean.

Wren es un personaje que parece frío y misterioso, pero que cuyo desarrollo es muy satisfactorio y termina por dar mucho de sí. Además, provoca una fascinación en Lei que termina convirtiéndose en mucho más que eso. Esto me encantó porque ya estaba resignada a que ese «enamoramiento» de la sinopsis fuera con algún varón del palacio y me daba bastante igual —de hecho, hasta me habría parecido una oportunidad perdida, como en Vencedora. Sin embargo, acá se nos presenta una relación que se desarrolla con lentitud y que se rebela ante todo un sistema terrible e injusto. Precioso. Gracias por tanto.

Dejé al rey para el final porque es difícil hablar de él. Por un instante, me dio miedo que el romance fuera con él, justamente porque no habría podido soportar que intentaran redimirlo. Por suerte, no es ese tipo de libro y pronto se nos muestra como es: un psicópata manipulador que abusa de su poder y que maltrata a su pueblo. No es el típico personaje malvado, sino que hasta podría resultar elegante o agradable, incluso educado, pero no es ese el cristal con el que se lo mira en esta novela. Y se agradece.

La ambientación se basa en distintas culturas asiáticas —la autora se crio en Malasia— y, por lo tanto, las imágenes que evoca son muy interesantes. Disfruté sobre todo las descripciones de la ropa y los alimentos, que son mi debilidad. Más allá de esto, nos vamos enterando de la situación política y social de este mundo de a poco, casi que a la vez que Lei, así como de la historia que la precede. No está de más que les cuente que aquí hay tres castas: la casta de papel, de los humanos, la casta de la luna, de los demonios, y la casta de acero, que es una mezcla de ambas, digamos. Los demonios son en parte animales —por ejemplo, el rey tiene partes de toro—, mientras que la casta de acero tiene algunos elementos, como por ejemplo, una cornamenta. A veces se me hizo difícil de visualizar, pero tiene más que ver con mi poca capacidad que con la novela, que lo explica muy bien.

Como les decía, la novela está narrada desde el punto de vista de Lei, en primera persona, pretérito. Esto hace que tengamos mucha introspección, aunque la narración nunca se vuelve lenta. Incluso si estos días me está costando un montón leer y casi no tengo ganas de abrir los libros, leí este muy rápido, sobre todo la segunda mitad. Es una prosa muy linda y dinámica, así que no van a tener ningún problema si lo eligen para pasar esta época tan rara.

Así que, en resumen, es una historia muy rica y atrapante, con personajes interesantes y una ambientación bastante particular. No la recomiendo a todo el mundo: ustedes decidan si pueden con el tema que se trata, aunque tienen que saber que la autora tuvo mucho cuidado al respecto. Sin dudas voy a estar esperando la segunda parte con muchas ganas. ¿Qué les parece?