Savannah no entiende por qué todo el mundo se empeña en que vuelva con Brian. ¿A nadie le importa la razón por la que rompieron? Quizá debería hacerse la tonta y aceptar que su perfecto, brillante y universitario novio se acostó con otra chica en el asiento trasero de su coche, destrozando su pequeño universo y sus planes de futuro.
Caleb es todo lo contrario a Brian, alguien poco recomendable. Es insolente, descarado y temperamental, y posee una mirada capaz de provocar incendios. Savannah conoce el peligro que supone acercarse a él. Sin embargo, ahora que el chico ha regresado a la ciudad, lo que hace unos años solo era un amor platónico e infantil amenaza con transformarse en algo muy real... y convertir su último verano, antes de ir a la universidad, en el más excitante de toda su vida.
Este verano —enero, para ser clara— me encontré con este libro y Una canción para Novalie en las librerías de mi país, después de haber esperado su llegada con ansias. Ambos son libros de verano, perfectos para pasar las tardes pre y post playa con ellos en la falda mientras comés helado y mirás los pajaritos. Sin embargo, esa vez, elegí el segundo (I HAD TO CHOOSE). Y ahora leí Cruzando los límites en el medio del invierno —julio—, porque fuck logic.
No me equivoqué en elegir Una canción para Novalie en verano, sin embargo, porque si hay algo que me gustó muchísimo en ese libro es la maravillosa ambientación de la isla, que exuda verano por todas sus letras y que realmente me transportó. En Cruzando los límites, la ambientación es realmente lo de menos. La historia se podría haber dado en cualquier ciudad y habría cambiado apenas, así que en realidad tampoco me molestó demasiado. Es una historia de personajes, la acción recae en ellos. Casi podría considerar que la isla de Una canción para Novalie, Bluehaven, entra en la categoría de personajes, por su importancia. Port Pleasant, la ciudad de Cruzando los límites, no. ¿Me explico?
Después de ver unas cuantas reseñas, tenía miedo de que este libro no me gustara por los clichés. Ahora que lo leí puedo decir que los tiene (los personajes son bellísimos, hay una relación pobre-rica en secreto), pero no en tanta cantidad. Además, a diferencia de Una canción para Novalie, no me pareció que los clichés fueran los puntos de tensión y de acción de la trama. Realmente disfruté de la historia y me dejé llevar, como si de una película se tratara. Creo que lo que menos me gustó fue el principio, esos dos o tres primeros capítulos. Después, todo bien.
Los personajes y sus relaciones son, claramente, el punto fuerte de la historia. El tira y afloja de Savannah y Caleb es muy intenso y siempre disfrutable. Y miren que justo son dos nombres que me parecen horribles y por lo general se lo transfiero a los personajes, pero acá no me pasó. Los secundarios no son para nada figuritas de cartón y tienen vida propia y funciones, lo que se agradece. Me gustó especialmente que spoiler Spencer no fuera la típica antagonista, sino que tuviera una historia propia y más para dar, aunque no fueran amigas al final spoiler y que spoiler los padres de Savannah y Caleb no se comportaran como déspotas sino que, después de hablar, razonaran y decidieran apoyarlos spoiler.
Creo que gran parte de todo esto se debe a la prosa de la autora, que como veo, es siempre muy ágil y casi que desaparece, dando lugar a imágenes y sensaciones. Los diálogos son otro de los puntos fuertes, me reí en voz alta más de una vez. La tensión —sexual también— entre los personajes se transmitió muy bien, y no es de las cosas más fáciles de hacer, la verdad. Insisto, como insistí en Una canción para Novalie, que es un libro gordo, pero gordo de verdad. Y aun así, se lee súper rápido, casi de una sola vez.
En definitiva, es un libro lindo, fácil de leer, con personajes muy bien definidos, súper disfrutable y especial para el verano. Es muy probable que, en cuanto pueda, lea Rompiendo las reglas, que cuenta la historia de dos de los secundarios que más me gustaron y cuya tensión pedía que tuvieran un libro propio.