Cuando una idea llega, así, repentinamente, cuesta mucho, mucho no escucharla. Hacer oídos sordos a la musa, cuando decide susurrarnos algo, es casi un acto de negligencia, y estoy segura de que trae consecuencias. Tal vez se ofenda y no vuelva por un tiempo. Quién sabe.
Por eso, por más que fueran las tres de la mañana y yo necesitara dormir, no pude ignorar la idea. Llegó a mí con fuerza, y sin darme cuenta, terminé haciendo un esquema capítulo por capítulo. Y son cuarenta.
Por supuesto que ahora lo reviso y me doy cuenta de que puedo mejorar muchas cosas, pero la base está, ¿no?
Me sigue sorprendiendo la contundencia con la que quedó cada pieza en su lugar. Lo simple que parece, mientras que con otras historias no me resulta tan sencillo hilar mis pensamientos.
En fin, en cuanto termine los proyectos actuales, tendré que empezar a escribirla. No sé si pueda dejarla de lado mucho tiempo.
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Nos descubrieron, por fin nos descubrieron. Pasen y vean, qué lindas tolderías: